MAPAS MENTALES


Los mapas mentales favorecen el aprendizaje y pueden realizarse con imágenes y palabras. En este caso, podemos utilizar un mapa mental como apoyo al trabajo con un cuento sobre la primavera.


Los buenos amigos

Adaptación libre del cuento popular chino
(Simplif. de la versión de Victoria Simó (adap.): 50 cuentos que hay que leer antes de dormir. Barcelona: Imaginarium – Círculo de Lectores; pp. 211-214.)

        Había comenzado la primavera y hacía una semana que no paraba de llover. Los animales dormitaban en sus casas, esperando que saliera el sol.

Poco antes del amanecer, el conejo, que estaba muerto de hambre, asomó el hocico por la entrada de su madriguera y olfateó la hierba. Saltando un charco con cuidado para no llenarse de barro, echó a andar por el bosque en busca de un buen bocado. Escarbando y olisqueando, encontró algo muy rico: dos zanahorias. Empapado de agua, el conejo se zampó la primera y, cuando iba a empezar la siguiente, pensó: “Ay, seguro que mi amigo el caballo tiene hambre, lleva días con una herida en la pata y con tanto barro, seguro que no puede salir de casa. Será mejor que se la lleve”.

Correteó como una flecha por los campos verdes pero llenos de charcos y llegó a la cuadra del caballo. Estaba vacía. Le dejó la zanahoria y volvió a la madriguera dando saltos de alegría.

El caballo había mejorado mucho de su pata y salió a rebuscar en las huertas, y removiendo aquí y allá, ¡sorpresa!: descubrió una gran lechuga. Se la comió enterita y luego, con la barriga llena, volvió al establo a echarse una siesta.

Al llegar a las cuadras, descubrió la zanahoria: “Qué raro —pensó—, ¿quién la habrá dejado ahí? Seguro que ha sido mi amigo el conejo. Mejor se la llevo a la oveja; lleva tantos días lloviendo que no se habrá atrevido a salir para no mojarse su abundante lana y cogerse un catarro”.

El caballo trotó por el camino lleno de charcos y de barro, hasta el establo. Al no ver a la oveja, dejó la zanahoria y se marchó a dormir.

La oveja había salido al corral, pensando que quizá se encontrase con algo para comer. Hurgando, halló unas espinacas ocultas bajo un charco. Se las comió y volvió al establo.

Al entrar en su casa, se encontró con la zanahoria. “¿De dónde habrá salido? —pensó—. La habrá traído mi amigo el caballo. Ya sé: se la llevaré al cervatillo. Estaba con gripe y con tanta lluvia seguro que no habrá podido salir a buscar comida”.

La oveja corrió por los prados hasta los bosques. Al no ver a nadie, dejó la zanahoria en el suelo y se volvió a su establo a dormir.

El cervatillo había salido en busca de algún fruto, y había descubierto entre el barro unas ricas matas de hierba. Las devoró enteras y regresó a su casa. Allí estaba la zanahoria.

“¿Quién me la habrá traído? Habrá sido mi amiga la oveja. Se la llevaré al conejo. Es tan pequeño que seguro que está muerto de hambre”. El cervatillo corrió hasta la madriguera del conejo y asomó la cabeza. El conejo dormía, y le dejó la zanahoria en la entrada, para no despertarlo.

Y así, del caballo a la oveja y de la oveja al cervatillo, la zanahoria había regresado al punto de partida. Así son los buenos amigos.

Justo cuando el cervatillo volvía a su casa, dejó de llover. Un rayo de sol le calentó el hocico.

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